¿Desconcentrada yo?

No sé qué pasó. Yo era hiper activa, eficiente y enérgica. Pasé a ser medio vaga, confusa y cansada.
Por ejemplo, alguna vez me olvidaba por qué había ido a otro cuarto. Ahora me lo pregunto a cada rato. Con las veces que vuelvo atrás para acordarme tengo cumplida la caminata diaria.

En realidad, mi cerebro siempre fue desconcentrado y doble- pensador permanente lo que me condenó a ser la peor alumna de los cursos de yoga a los que concurrí y en los que nunca duré. O sea, estaba acostumbrada a hacer muchas cosas, siempre varias al mismo tiempo y me salía todo bastante bien. Ahora intento lo mismo, me distraigo más veces en el camino y algunas cosas me salen maso.

De todas maneras, logré ser cuidadosa (o controladora, como dirían en el espacio terapéutico) y las primeras tres cuartas partes de mi vida perdí solo un paraguas porque yo no perdía cosas. Podía perder tiempo, objetos nunca. Hace poco, mientras estaba de compras perdí un chal que amaba y me tomó de sorpresa porque eso a mí no me pasaba. Y ahí me di cuenta de que ahora busco todo casi todos los días. Busco cosas que, por guardarlas muy bien para que no se pierdan, no encuentro en mi propia casa. El teléfono, que tiene una funda roja para ser ubicado más fácilmente, desaparece porque suelo dejar la parte roja hacia abajo. No se pierde del todo, pero tiende a ser esquivo.

Todo esto que me lleva a pensar que lo que yo preciso es un gerente que se ocupe de mis trámites para que sea él quien enfrente las cinco veces que requiere cada uno, una secretaria que me acomode las cuentas y los papeles, un ama de llaves que me ordene los placares y cajones (y que de paso me diga qué ropa me conviene ponerme para cada ocasión aunque admito que esto puede deberse a que miré demasiados capítulos de Downton Abbey). Además, también necesito un profesor de computación ya que lo que aprendí en su momento equivale a la tabla del dos. El de hoy tiene que ser especialista en Modo, Buepp, pago con QR, promociones bancarias y alguna otra de las delicias que se me escapan en este momento. Y, por supuesto, un gerente buscador eficaz que me encuentre lo que se me pierde.
La realidad es que hoy no sirve ser mujer pulpo como éramos las octogeniales antes: ahora hay que ser como cinco personas en una a la vez.

Algún D@to amontonado:
Vi varias comedias «lava cerebro» en Netflix a saber: «Desfile de corazones» con un chico divino y vistas espléndidas de Cracovia, «Y ella dijo quizás» con espléndidas vistas de Estambul, «Bailando entre sueños» (Dancing in Lunghasa) con Merril Streep, volví a ver «Mi postre favorito» una de octogeniales, «El mejor regalo es el amor» (Something for your birthday) una historia de desencuentros con Sharon Stone, «Ellas mandan» (Late night) con Emma Thompson, «La mejor medicina» (The best medicine) , un relato de reinvención personal y «Blanche Maupass», una historia verdadera de la guerra del 14. Victima de la presión social acepté ir a ver «Homo Argentum», me gustó muy poco. Solo me parecieron admirables las caracterizaciones de Francella.

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