Algunos de ustedes recordarán que hace un tiempo escribí que mi vida era un permanente reclamo. Ahora puedo agregar que es algo más: mi vida también es un infinito pedido de turnos.
Los octogeniales memoriosos recordarán conmigo que antes, cuando éramos más jóvenes, llamábamos al consultorio de un médico y una asistente amable nos atendía y nos daba un turno. Como podíamos hablar de persona a persona podíamos decir nuestras preferencias de fecha y hora y acomodarlos a las disponibilidades del médico. Sospecho que hoy deben quedar sólo dos o tres médicos “a la antigua”. No más, no deben llegar a cinco.
Los otros te invitan a ir a Internet o a WhatsApp. O sea que le encargaron los turnos a un boti. Y yo detesto los botis. Porque nunca te contestan nada. Te preguntan “¿en qué puedo ayudarte?” y después te llevan a un laberinto de opciones, que merecerían estar en el infierno de Dante, porque nunca aparece la que precisás. Eso, si no se cuelgan e ignoran varias veces el código que te enviaron ellos mismos. O cuando te piden “haga clic en el botón confirmar” que no está a la vista o cuando no te muestran las fechas y los horarios. Ostento un record (aunque me deben la medalla): en medio de una gestión de esas que no funcionaba, donde me pedían un código que yo ponía y el boti no reconocía apareció la encuesta de satisfacción que te pregunta “¿Qué tal te resultó el pedido de turno? Contestá nuestra breve encuesta para ayudarnos a mejorar”. ¿Breve encuesta? Un manual de cinco tomos precisan para mejorar. Terminé avisándoles yo (cuando conseguí un número) que no funcionaba nada. No sabía si reírme o llorar.
Lo increíble es que tratan de venderte la idea de que ese sistema es en tu beneficio. “Ahora es más fácil, pedí tus turnos por la web”. “Mentira, mentira, yo quiero decirles el tiempo perdido ya no vuelve más” como en el tango.
Y que no sea un turno en un banco. Porque al tercer intento que falle te va a bloquear la clave y va a pedir que te identifiques, que saques tu foto para mandarla al Renaper. Por supuesto es casi imposible centrar tu cara, sonreír mostrando los dientes, cerrar los ojos y que no se mueva el teléfono con el que estás sacando la foto. En pocas palabras un calvario.
Mientras tanto, como a los octogeniales nos llegan más achaques que a los jóvenes, pedir turnos es más frecuente y la lucha con la web y los botis es realmente agotadora. Cuando conseguís turno con el traumatólogo tenés que ir a control con la dermatóloga, terminaste con eso toca cualquier otro de la lista. Y resulta que no te preocupa el diagnóstico por las molestias o síntomas que tenés. Te preocupa tener que conseguir un turno con sistemas que te hacen sentir como cuando estás en un restaurante lleno de gente y el mozo nunca te mira.
Ya que estamos, unos D@tos
“Departures” es un film japonés que trata de un muchacho que entra a trabajar en una funeraria. Para quienes vieron “Six feet under” tiene alguna similitud pero despliega la sutileza de la mentalidad japonesa, no el humor. En Youtube. Como consecuencia de haber visto “Okásan” leí el libro homónimo de Mori Ponsowy al que sumé “Busco un amigo”, también de su autoría. Me gustaron los dos.