Hace muchos años compartía actividades en una Cámara con un ingeniero brillante y divertido. Nuestra relación era de trabajo y bastante formal, por lo tanto yo no sabía mucho de su vida privada. Un día, mientras volvíamos en auto de una reunión, mencionó algo sobre su hermano. Sorprendida le dije: “Ah no sabía que tenías un hermano, ¿es ingeniero como vos?” Me contestó: “No, es un experto en arruinarse la propia vida”. Me reí con ganas porque en el momento la contestación me pareció divertida pero con los años, recordé varias veces sus palabras menos en broma y más en serio.
En algún momento, víctima tal vez de un pequeño brote de madurez, tomé conciencia de que son infinitas las maneras que tenemos de arruinar nuestras propias y únicas vidas. Son muchas y tenemos tendencia a no registrarlas.
Pienso que ayudaría, para aclarar las ideas, hacer una lista y pegarla en el espejo del baño, como cuando ponemos un papelito que dice: “¡Ojo no desayunar!” porque nos toca un análisis de sangre a la mañana siguiente temprano. Con seguridad esta enumeración sería mucho más larga que ese papelito.
Como para dar el ejemplo y ayudar a incentivarlos inicio mi lista que no va a ser completa como quisiera. Solo muestro algunas formas que apliqué con demasiado esmero y que, aunque no arruinaron mi vida del todo, la complicaron mucho, mucho. Poner todas sería imposible.
*Todas las veces que no pedí ayuda porque yo tengo que saber resolver las situaciones sola y me olvido de que no hace falta inventar la bicicleta. Ya existe.
*Cada vez que alguien intentó darme un consejo que no escuché por apurada, por impaciente o porque supuse que no lo precisaba. ¡Con lo que me gusta darlos!
*Siempre que dije que sí en situaciones en que mis tripas gritaban que no. “No hay peor sordo que el que no quiere oír.”
*Cada vez que dejé, abandoné o postergué algo que me interesaba mucho por razones a veces absurdas y sin pensar en mí misma. “Por la calle del ya voy se llega a la casa del nunca.”
*Cuando desperdicié oportunidades interesantes porque no me animé a pedir aclaraciones o a mostrar mis dudas. Dice Dylan Thomas que “La vida te da siempre una segunda oportunidad, se llama mañana”. Sorry Dylan, no siempre.
*Cuando me apuré en decidir algo sin tomarme el tiempo necesario para reflexionar y ver virtudes y defectos de una situación, negocio o persona. Porque a veces corro cuando estoy sentada.
*Cada vez que me dispersé y perdí la meta que me había propuesto. “Perderse también es camino” dice Clarice Lispector. No siempre Clarice.
*Cuando no respeté las señales de alarma, rojas y estridentes, que se encendían a mi alrededor. “No hay peor ciego que el que no quiere ver”
Cuéntenme qué agregan ustedes.