Canas sí, canas no

Si de algo sirvió la pandemia fue para empoderar las canas. En realidad, desde un tiempo antes comenzó a asomar una moda un poco rara. Por la misma, las chicas jóvenes se dedicaron de lleno a maltratar sus espléndidas cabelleras para quedar con la cabeza del color de la de sus abuelas (de las que no se tiñen, obvio).

Luego, como resultado del encierro, el número alcanzó cifras elevadas a una potencia que no sabría calcular porque me olvidé cómo se realiza esa operación.

Primero porque no se podía salir, después porque no se podía ir a la peluquería y tampoco a la perdumería a comprar tintura, en muchos casos “porque ya que está, listo, no me tiño más”. También porque más tarde algunas personas seguían con miedo de acercarse al peluquero sin mascarilla, o por simple y llana comodidad, muchas cabezas pasaron por diferentes tonos mezclados para alcanzar finalmente variados tonos de gris y blanco.

Aunque las envidio por lo libres que van ahora por el mundo, y por la salud de sus cabelleras, no me animé. Mis primeras canas asomaron por los cuarenta años. (Si me pongo a calcular lo que gasté en reflejos y tinturas desde entonces, la suma debe dar para un auto mediano).

Resulta que algo más complica las cosas: hay un momento en el cual, si seguiste con tu color de origen o más rubia como muestra la generalidad de las cabezas maduras teñidas, es demasiado tarde para pasar al blanco. Asumo que la mía es una visión norte y latinoamericana de este tema tan profundo; es fácil constatar que casi todas, o todas, las mujeres europeas se dejan las canas a excepción de Sophia Loren y alguna otra estrella.

No sé si esto se entiende bien pero lo que quiero decir es que, si no lo hiciste antes de los sesenta, con la cara todavía razonablemente joven, y lo hacés a los setenta y algo te agregás veinte años en los pocos meses en los que tu pelo se vuelve natural. Por ese detalle es que nosotras incrementamos el valor de bolsa de empresas como L‘Oreal mientras los hombres se ponen cada vez más lindos sin hacer nada.

Una amiga querida tuvo que dejar las tinturas debido a los tratamientos médicos a los que tuvo que someterse. Desde entonces tiene una espectacular melena blanca que me provoca envidia (reitero que lo que más envidio en la vida es el pelo). Un día, una chica joven de cabellos falsamente grises le dijo: “Usted sí que tiene bien el color ¿cómo hizo?”. Mi amiga, sin inmutarse, le contestó: “tardé unos treinta años en lograrlo”.

¿Te dejaste o dejarías las canas?

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