Si alguien te llamara esta mañana y te preguntara cómo estás ¿Cuál respuesta reflejaría lo verdadero, lo que realmente sentís bien adentro?
En mi caso, si me llamaran cuando recién me despierto, contestaría: “estoy viendo cómo junto mis huesos para pararme y empezar a moverme”. Un poco más tarde contestaría “desesperada por el desayuno”. Al rato sin duda diría “feliz en dirección a la ducha energizante”.
El resto del día podría pasar cualquier cosa. Se me ocurren alternativas para compartir. Según la hora se puede estar viejo, diosa, galán, aplastado, divertida, activo, cansado, triste, dolorido, creativa, contento, enojada, gordo, arrugada, aburrido, seguido de infinitos etcéteras. La realidad es que pasamos por muchísimos estados durante todos los días de la vida.
En resumen, si también te pasa algo o todo lo enumerado durante las veinticuatro horas de todos los días, no te queda otra posibilidad que notificarte oficialmente de que estás sumergido en un ataque de normalidad. Estás científicamente dentro del promedio.
Como yo.
El problema empieza cuando nos preguntamos cómo manejar todos esos estados de ánimo para reconocer cuál dejar –o no- que nos inunde en cada momento.
Reitero a continuación un relato que alguna vez ya publiqué porque siento que puede ayudar para ilustrar el tema.
Dice una leyenda de la tribu cherokee: «Un abuelo le relata al nieto que dentro de todos nosotros se desarrolla una batalla entre dos lobos. Uno es el Mal. Es ira, envidia, celos, tristeza, falsedad, lamento, autocompasión, mentira, culpa, codicia, falso orgullo y ego.
El otro es el Bien. Es alegría, paz, amor, esperanza, serenidad, humildad, buen modo, benevolencia, empatía, generosidad, verdad, compasión y fe. El nieto escucha atento y luego le pregunta al abuelo: ¿cuál de los lobos gana? El abuelo contesta: el que alimentas.”
Puede sonar exagerado, pero es verdad que desde que lo leí por primera vez, en algunas circunstancias (pocas por cierto porque no soy tan lúcida…) me encontré diciéndome a mí misma: “ojito, estás alimentando al lobo equivocado”. O sea, estaba eligiendo la actitud errónea, la que no me serviría.
Se me ocurrió asociarlo con las actitudes disponibles para los octogeniales porque está a la vista de todos que hay diferentes maneras de ser viejo y que todos tenemos un amplio margen de elección. Dicho sin filtro depende de uno, exclusivamente, ser un octogenial agradable y activo con el que la gente quiera estar o un viejo insoportable y quejoso del que la gente huya despavorida. Depende del lobo que se elija.
Tarea para el hogar: elegir qué clase de viejo quiere ser uno.