Voy a empezar por lo que se gana para que no dejen de leer este post antes del próximo párrafo, aunque estoy segura de que se van a identificar más con la segunda parte.
A muchos de nosotros, y me incluyo, la edad nos trajo algunos matices de personalidad que podríamos considerar virtuosos.
Por ejemplo, y lamento ser autorreferencial, yo que vine al mundo sin las teclas AC y PA (por Aceptación y Paciencia), con el tiempo las fui adquiriendo. No voy a sugerir que me volví contemplativa y ommmm, pero aprendí a aceptar mis errores como algo normal en vez de enojarme por cada uno. Ahora, como dijo Tute el humorista una vez, puedo enojarme on demand; en vez de tener el enojo siempre a mano lo uso solo cuando vale la pena. Entendí también –con bastante esfuerzo- que me convenía dejar pasar los comentarios banales, las críticas sin fundamento, los celos y la envidia, aunque confiese que chusmear con las amigas todavía me gusta.
En cuanto a la paciencia, no llegaré nunca a ser como Buda, pero al menos ya no pretendo que todo funcione, que se arregle en cinco minutos, que salga bien, que no falle o que sea perfecto. Porque si hay que esperar un tiempo para que algo pase, se inicie o avance no se acaba el mundo. A veces, cuando considero mis avances, hasta me asusto porque pienso que quizás me estoy volviendo un poco sabia. Porque también aprendí, como muchas personas que conozco, a alejarme de la gente egoísta, miserable o tóxica, ya no tengo por qué aguantarla cerca. En este punto tengo definitivamente menos paciencia porque ahora sé, como cantaba Toquinho, que “no tengo tiempo para perder, tengo tiempo solo para ser feliz”.
En cuanto a lo que se pierde… A los octogeniales nos da más trabajo enhebrar una aguja porque vemos menos. Se nos caen las cosas porque nuestras manos están más torpes. Entendemos mal lo que nos dicen porque oímos menos. Nos duelen partes del cuerpo que ni siquiera sabíamos que teníamos y nos cansamos mucho más que antes.
En realidad ocurren unas cuantas situaciones más. Para ordenarlas va una lista inicial que podrán completar a piacere.
*Se multiplican los estudios médicos.
*Tenemos ganas de estar solos y al mismo tiempo de estar acompañados. Extrañamos los abrazos que empezaron a perderse con la pandemia y no vuelven del todo. Se hace dura la falta de pareja así como se hace difícil la convivencia de muchos años.
*A veces nos cuesta diferenciar entre la soledad buena y la mala.
*Aumentan las mañas y manías que nos dificultan la convivencia.
*Sentimos pereza para algunas salidas nocturnas o por eventos complicados y multitudinarios pero tenemos ganas de salir, ver exposiciones, espectáculos, lugares nuevos para comer o tomar café y rincones desconocidos de la ciudad,
*Nos brota un rechazo hacia las agresiones del entorno, el mal humor de la gente en la calle y la mala educación que se expande.
*Disfrutamos de la siestita después del almuerzo sin que nada nos apure.
*Entendimos que es mejor llevar puesta una sonrisa que una mueca de enojo.
*Por último aunque nos esforcemos, y a pesar de todos los intentos que hacemos por cambiar de tema, no podemos evitar hablar de enfermedades, de lo que nos duele, de los médicos que podemos o no recomendar.
En resumen, somos una suma de contradicciones, nuevas, diferentes, que nos llevan, imprevistamente, a una especie de segunda adolescencia.
Van algunos D@tos
Del ciclo de cine de Amia, suponiendo que estén disponibles en otros sitios, son recomendables “Los falsificadores”, unas historia real de personas que se salvaron falsificando dinero para los jerarcas nazis durante la Segunda Guerra en Sachshausen y “Sueños de un seductor” (“Play it again Sam”) cuando era novedad que un Woody Allen joven fuera un looser, vale la pena volver a verla. También “Avalon”, casi un clásico que se puede ver varias veces, con el imperdible Armin Mueller Stahl.
En Netflix la quinta temporada de “The queen” es re floja respecto de las anteriores. El casting es tan malo que en ningún momento los personajes convencen. “La chica del Vaticano” es una historia real, trágica e interesante por las intrigas que la sustentan pero cansa mucho el sistema de flashback continuo que utilizan. “Enola Holmes 1 y 2” apuntan en realidad a los adolescentes por lo tanto sirven para el lavado interno de la cabeza. La protagonista es una delicia. Volví a ver “Historia de un crimen”, me gustó más que la primera vez. “Rotten” es una serie que muestra todos los negocios sucios, perjuicios y daños de las diferentes industrias, desde el vino al cultivo de las paltas. Entre impresionante y deprimente pero muy interesante.