Mi vida es un eterno reclamo

No soy ninguna excepción… Iba a decir “soy normal” pero desde que me dijeron que Caetano Veloso dijo que “mirado desde cerca nadie es normal” no me animé. Yo sé que vivo en un país en crisis pero hay días en que el no-sistema me supera.

Un ejemplo: tenía que depositar efectivo en un banco ajeno y tenía que hacerlo por cajero. En la sucursal había dos tipos de aparatos; intenté en los primeros tres de color azul, dos decían extracción, ninguno depósito, el tercero me avisó que no colocara mi tarjeta porque la iba a tragar. Varios intentos después consulté y me dijeron “tiene que hacerlo en los cajeros verdes”. En uno un señor estuvo un siglo depositando todas las operaciones de los últimos seis meses de una empresa, en el otro por fin me tocó. Puse los billetes, los recibió y me los devolvió. En el segundo intento lo mismo, solo que esta vez unos sesenta billetes se me cayeron al piso mientras la gente que me rodeaba esperaba que terminara. No había un cartel que indicara nada. Por suerte, una de mis neuronas funcionó y recordé haber leído que los cajeros no reciben los billetes nuevos de mil ni los de dos mil. Fui a la caja (hasta hoy ignoro por qué y por suerte había sacado un número) y le rogué a la cajera que me tomara el depósito. “No puedo, la caja está bloqueada para menos de doscientos mil, le cambio los billetes.” De nuevo en el cajero, otra cola, deposité. Transpirada hasta los huesos, un día de treinta y cuatro grados.

Para muestra alcanza este botón gigante, pero también reclamo todo el tiempo cortes de internet, mal funcionamiento del celular, problemas del consorcio, turnos que no consigo, trampas de supermercados que dicen “te regalamos un descuento del 25% en tu próxima compra” y muy abajo al fondo dice “Máximo $500.-“, etc. De hecho, cuando algo sale bien de entrada con una persona amable le agradezco tanto que se emociona. Como hace unos días en una zapatería que ante un problema menor con unas botas de un año atrás me dieron unas nuevas.

O sea, no sé si soy normal o no, pero si reclamo me agoto y si no reclamo me siento estúpida. ¿Ustedes?

Van unos D@tos:

Vi “Saltburn” en Prime, como buena película inglesa muy bien actuada, el protagonista estupendo en su forma de parecer un chico educado y un final inesperado. Solo le sobran a mi parecer algunas escenas inútilmente disgusting.

“La sociedad de la nieve”, no me gustó mucho, los actores flojos, encontré fallas de orden técnico como que todos siempre están afeitados o que nunca se les acaba el gas de los encendedores por ejemplo. “Desobediencia”, una más sobre la culpa dentro de la comunidad de judíos ortodoxos, me pareció repetitiva y con final flojo.

La serie “Engaños” (“Fool me once”) es excelente, atrapa hasta el último minuto y no es muy larga. “Temporada de secretos” una buena serie alemana de tres capítulos, pasa en Navidad pero no tiene nada que ver con las clásicas de Santa Claus y arbolitos. “The square”, que supuestamente trata la hipocresía de algunas expresiones del arte moderno resulta en una crónica sobre violencia de diversos tipos.

Comí rico en “Quotidiano” del Recoleta Mall a precio lógico (si alguien me ayuda a aclarar qué es eso hoy). Me invitaron a un brunch en “Arriba Rooftop”, un lindo local del último piso de Paseo Alcorta, antes del patio de comidas, bien atendido, tranquilo para charlar. En cambio, me cobraron un verdadero disparate, un robo, en “Río Alba”, la eterna parrilla de Cerviño 4499, CABA. Un bife de lomo allí cuesta dos veces y cuarto más que en lugares de mejor nivel y con más onda, más caro que en España. Nunca fue barato, no sé en qué piensan cuando ponen los precios, pero conmigo no cuentan más.

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