No tengo claro qué es ser culto. Alguien dijo que “cultura es lo que queda después de haberse olvidado de todo”. En ese caso yo vendría a ser cultiiiisima.
Se presume que hay que leer mucho para ser culto. Yo leí mucho (ahora estoy más vaga porque las pantallas me atrapan) pero cuando pienso en tantos kilos de papel basura leídos durante años, en forma de novelas de moda para el verano, en vez de abordar algunas joyas clásicas me siento un poco estúpida. Ahora ese lugar lo ocupan en algunos momentos las series o las novelas turcas, por lo tanto ya no voy a ser culta.
¿Qué más se supone cultura? ¿Reconocer a Mozart al encender la radio, hablar varios idiomas, saber historia o geografía? ¿Ser empático o solidario o generoso? Haber leído Shakespeare, Oscar Wilde o Maupassant, si me los olvidé, ¿cuentan? Para conciliar y enojarme menos conmigo misma ahora tengo “Don Quijote” en el e-book y lo releo de vez en cuando
Irene Nemirovsky escribió en su “Suite Francesa”: Lo que nos une o separa a los seres humanos no son el idioma, las leyes, las costumbres o los principios sino la manera de tomar el cuchillo y el tenedor.
Quizás, al final, la cultura no esté solo en los libros y los estudios sino en los pequeños detalles cotidianos.