No nos vamos a poner depresivos ahora, menos ante una realidad que merece ser pensada y prevista. Como siempre, tratar de ponerle humor ayuda así que vamos a recordar que en los geriátricos a veces hasta se arman parejas. En lo personal, hace mucho que después de observar ciertas experiencias ajenas, me convencí de que llegado el momento prefiero pensar en un buen lugar de retiro (la palabra geriátrico no es de las que más me gustan) que quedarme en casa ya sea sola o con ayuda de tres turnos por dinero. No los veo como “depósitos de viejos” como suelen llamarlos sus detractores. Por el contrario, en casos cercanos pude observar cómo la troupe -esa que supuestamente te cuida- termina convertida en enemiga y hasta te desvalija poco a poco.
No quiero estar con enemigos en casa 24×7. Cuesta una fortuna y en mi experiencia es poca la gente que puede agradecer en su aviso fúnebre a “sus fieles cuidadoras”. Claro que nadie se animaría, y menos el difunto, a poner en el aviso del diario “sus tres maltratadoras”. De todos modos, no sería mi caso; lo tengo decidido desde hace muchísimos años porque también conocí abuelas que, solas en su casa, esperaban cada día que alguien recordara visitarlas.
Yendo a lo práctico, la realidad muestra que es mejor tener un grupo con el cual comer, conversar o jugar a las cartas que estar todo el día sin intercambio social salvo alguna visita esporádica. Lo cierto es que en este tema no hay mejor o peor ni correcto o incorrecto. Se trata de enfoques estrictamente personales que a su vez dependen de qué tipo de familia rodee al sujeto en cuestión. Familia cercana o lejana, parientes afectivos o distantes, buena o mala salud, viejo amable o malhumorado, todo influye.
Con una querida amiga, hace unos años habíamos decidido visitar las opciones disponibles en el mercado. La idea era elegir nosotras mismas el lugar que más nos gustara para dejarlo por escrito. Paréntesis aquí: no lo hicimos porque nos demoramos un poco (los psicólogos pueden preguntarse por qué…) y después nos frenó la pandemia. Deberíamos retomarlo.
Resulta redundante aclarar que hay opciones de muy diferentes niveles a las que, en términos generales, las alcanza una descripción casi infalible: si el lugar es muy bueno es carísimo y si es muy barato es horrible. Afortunadamente, en el mundo real existen también opciones intermedias, buenas y moderadas en precio. De hecho, basta con preguntar un poco y aparecen. Incluso, doy fe de que hace un tiempo existían buenas opciones municipales gratuitas en la Ciudad de Buenos Aires. Desconozco la situación actual.
¿Qué sería lo más importante a considerar antes de elegir?
A mi modesto entender, después de haber visitado algunas personas en diferentes lugares, es importante que los internados estén en condiciones mentales parecidas; que el lugar tenga algo de aire libre ya sea buen patio o jardín y que ofrezca actividades y estímulos interesantes. Pero hay dos requisitos que no se negocian: que quede medianamente cerca de la familia (para facilitar que te visiten seguido los dispuestos y para que tengan menos excusas los reacios) y que, tras una investigación meticulosa, se compruebe que tienen todos los papeles en orden. Principal, fundamental, que no registran denuncias por maltrato. Para esto último existe Google.
Una consideración para el final: elegir uno mismo con anticipación lo que quiere para su futuro y dejarlo claramente expresado libera a hijos y nietos de la terrible carga de decidir lo más conveniente llegado el momento de crisis. De manera que, al liberarlos de la inevitable dosis de culpa, es un inesperado acto de generosidad.
Este tema se presta a debate, ¿qué opinás al respecto?