Nota al inicio
Este post apareció muy al principio de octogeniales.com cuando todavía muy poca gente lo leía. Decidí replicarlo porque me sigue pareciendo una buena idea, para cualquier momento de esos en los que uno se pregunta «¿qué podría hacer esta tarde?» o cuando te ataca el insomnio de tres a cuatro de la mañana. Muy especialmente con la tremenda ola de calor que parece querer persistir y que anula casi cualquier intento por salir de casa.
Podrás suponer que me volví loca pero no, te lo digo en serio.
Muy a menudo oigo decir: “desde que me jubilé me sobra tiempo”, “ahora que estoy sola no sé qué hacer todo el día”, “estaba acostumbrado a trabajar y no encuentro nada que me interese”, “desde que se jubiló, mi marido no toma una iniciativa, está deprimido”.
Son comentarios muy habituales porque no todas las personas tienen un hobby previo, una actividad postergada o una asignatura pendiente cuando terminan con la vida activa.
A esto se agrega a que a veces desplegamos nuestra propia resistencia para arrancar hacia algo nuevo que puede ser anotarnos en el curso soñado de repostería o aprender un idioma; o damos vueltas de más para iniciarnos en las artes o artesanías que siempre nos atrajeron. O, peor, nos castigamos auto censurándonos y cortando de raíz los posibles intentos con un latiguillo conocido: «yo no sirvo para eso».
En lo personal, me pasé la vida soñando con cantar pero, como la profesora de música del coro de sexto grado me convenció de que desafinaba, no me decidí nunca. No sé si llegaré a mi último día arrepentida o si uno de estos días me propondré, por fin, desafinar en un coro del que espero que no me echen. Realmente no sé.
Lo que no siempre está a la vista es que la escritura es más fácil; por lo pronto porque es privada y no nos expone si no queremos mostrarla. En otras palabras, es más difícil ocultar varios cuadros o esculturas o un paso de baile. Además, empezar es sencillo: basta con tener un cuaderno (el más lindo que encuentres para que te dé alegría cada vez que lo veas) y un bolígrafo o un lápiz o la lapicera que heredaste de tu papá, como te guste más. Después, solo es anotar, anotar, anotar. Todo lo que surja, porque todo sirve. Pocas palabras iniciales pueden terminar en un haiku, en una poesía, en un cuento, en un libro. No hay material inútil cuando se trata de arrancar.
Otra ventaja mayor de la escritura es que se puede activar en casa, en el parque, en el café de la otra cuadra, en cualquier lugar. Más tarde, con un cuaderno lleno, queda la posibilidad de hacer revisar el texto o incluso ir a un taller literario para expandir el horizonte.
Lo que definitivamente hay que ignorar es esa voz criticona, la que todos tenemos adentro, que en algún momento te va a decir: “yo no sé escribir, cómo voy a escribir, yo no soy escritor”. ¿Te parece horrible algo que escribiste? A los escritores profesionales les pasa lo mismo. Lo reescribís o das vuelta la página y a otra cosa, que para eso sirve un cuaderno.
Porque todos sin excepción, te lo prometo, tenemos un libro dentro de la cabeza. Se llama «Historia de Nuestra Vida». ¿Recordás una anécdota divertidísima, un episodio triste, una experiencia horrible? Solo hay que llevarlos al cuaderno a como salgan, con lo bueno y lo malo, la luz y la sombra. Más adelante se puede corregir o cambiar para decidir lo que queda y lo que no. Lo que es seguro es que algún día tus hijos y tus nietos te van a agradecer más de lo que imaginás si recopilás las historias familiares que sin tu cuaderno se perderían.
¿Y el placer que te va a dar sacar todo afuera y dejar volar la fantasía? En este punto la que no se censura soy yo y te cuento: la sensación de alegría y desahogo, sumada a la emoción de estar creando algo, en algún momento raya en el orgasmo. Vas a descubrir el placer de la creatividad y va a llegar el día en que te vas a encontrar frente a un texto ante el que vas a pensar «no puedo creer que esto lo escribí yo».
Además, tené presente que en última instancia, porque sos octogenial, te importa un rabanito quién lea tus textos y quién opine así se te ocurra escribir una novela porno. Ya no hay nadie, o no debería haberlo, que te pueda decir con el índice en alto “no hagas eso”.
Nota al pie
Si alguien siente que le pueden venir bien unos pocos consejos para ordenar las ideas me escribe por privado. Un poco de ayuda le fue útil a varios amigos que terminaron publicando. Menos un amigo que nunca me hace caso; es una lástima porque escribiría un maravilloso libro de humor si arrancara con el cuaderno lindo.